

Robert de Niro, nacido en Nueva York el 17 de agosto de 1943, cumple 80 años. Acaba de ser padre, optará con toda probabilidad a su tercer Oscar (de nuevo, con una película de Martin Scorsese, Los asesinos de la luna) y tiene pendientes de estreno cuatro largometrajes y tres series de televisión.
¿Cómo se llega a los 80 años siendo el toque de distinción, la garantía y la mejor apuesta de cualquier director para lograr un taquillazo? Sólo siendo Robert de Niro, que es como decir Toro salvaje (1980), Taxi Driver (1976), El padrino Parte II (1974), New York, New York (1977), El cazador (1978), Érase una vez en América (1984), La misión (1986), El corazón del ángel (1987) ... Y aún no hemos llegado a Uno de los nuestros (1990), El cabo del miedo (1991), Una historia del Bronx (1993), Casino (1995), Heat (1995), Sleepers (1996), La habitación de Marvin (1996), Jackie Brown (1996) o Ronin (1998).
Antes del cambio de milenio, este chaval del barrio de Greenwich Village, en Nueva York, de ascendencia irlandesa e italiana por parte de padre, y holandesa, inglesa, francesa y alemana por parte de madre, ya había rodado con los mejores directores de Hollywood. Con Scorsese (que era de su mismo barrio), rodó una decena de cintas, todas ellas, obras maestras. Sin exagerar. Porque si Scorsese ya se ha ganado la fama de ser uno de los mejores directores de cine, De Niro no se queda atrás entre los actores.
Una fama avalada por su trabajo: nada que ver con las estrellas con más noticias sobre su vida que por sus películas. De Niro no ha sido nunca “simpático” con la prensa, ni ha contado “sus cosas” a los cuatro vientos. Buena prueba de ello fue su paso por el Festival de San Sebastián para recoger el Premio Donostia.
Era septiembre del año 2000, la edición 48. Le anunciaba un joven Javier Bardem –que, por cierto, recoge este año su propio Donostia–, quien agradeció hasta el infinito el ejemplo de De Niro.
Lo cierto es que De Niro había dicho que “el talento está en lo que eliges”, como él supo muy bien demostrar, sobre todo en las primeras décadas de su carrera. Fue gracias a Brian de Palma (que lo descubrió para el celuloide y le hizo "muso" de sus primeras películas), como este chico de ojos negros y un inequívoco lunar en su mejilla, dio a conocer su camaleónica capacidad de transformación.
Por cierto, su primer papel como mafioso (después sería casi un must en su carrera) fue con James Goldstone (que más tarde se haría famoso por la serie de TV Juanita calamidad) en la comedia Casi, casi una mafia. Con caracterizaciones únicas que le han convertido en psicópata, asesino, casi siempre antihéroe y hasta en el diablo, el neoyorquino se consolidó como actor gracias a esa durísima manera de meterse en el papel.
Pero también sabe hacer reír; ya lo demostró en la tragicómica El rey de la comedia (Scorsese, 1982) para después ya casi con 60 años- arrasar con "Una terapia peligrosa" (1999) y con "Los padres de ella" (2000) y sus respectivas secuelas.







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