Extrañas emisiones de gas desde un híbrido de asteroide y cometa

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El cuerpo celeste llamado 29P/Schwassmann-Wachmann 1, anteriormente catalogado como cometa y desde hace algún tiempo considerado un centauro, tiene desconcertados a los astrónomos por su conducta.

Los centauros son cuerpos menores de nuestro sistema solar que resultan inusuales porque parecen tanto asteroides como cometas. Los centauros, que orbitan entre Júpiter y Neptuno, fueron nombrados así en referencia a la mítica criatura, mitad humano y mitad caballo, llamada centauro, debido a la naturaleza dual de estos astros.

 Los centauros son antiguos objetos transneptunianos que se han desplazado hasta más cerca del Sol que la órbita de Neptuno debido a sutiles influencias gravitatorias de los planetas a lo largo de los últimos millones de años, y que pueden acabar convirtiéndose en cometas de periodo corto. Son híbridos en el sentido de que se encuentran en una fase de transición de su evolución orbital: muchos comparten características tanto con los objetos transneptunianos (procedentes del depósito frío del Cinturón de Kuiper), como con los cometas de periodo corto, que son objetos muy alterados por repetidas aproximaciones al Sol hasta distancias bastante cortas.

Valiéndose de observaciones realizadas por el telescopio espacial James Webb, de la NASA, la ESA y la CSA, respectivamente las agencias espaciales estadounidense, europea y canadiense, unos científicos han investigado los chorros inusuales de gases volátiles que surgen de 29P/Schwassmann-Wachmann 1 (29P abreviadamente). El equipo lo encabeza Sara Faggi, de la NASA.

Este centauro es conocido por su expulsión de chorros casi periódica. Su intensidad varía cada seis u ocho semanas, lo que lo convierte en uno de los objetos más activos de la región más externa del sistema solar.

Los datos de observaciones anteriores en longitud de onda de radio del centauro 29P mostraban un chorro apuntando generalmente hacia el Sol (y la Tierra) rico en monóxido de carbono (CO). El telescopio espacial James Webb detectó este chorro dirigido hacia el Sol y, gracias a su gran espejo y a sus capacidades infrarrojas, también pudo rastrear la presencia de muchas otras sustancias químicas, como agua (H2O) y dióxido de carbono (CO2). Este último es una de las principales formas en que se almacena el carbono en el sistema solar. No se detectó ningún indicio de vapor de agua en la muy tenue atmósfera de 29P, lo que podría estar relacionado con las temperaturas extremadamente frías presentes en este cuerpo.

Los datos espectrales y de imagen suministrados por el Webb revelaron características nunca antes vistas: dos chorros de dióxido de carbono que emanaban en dirección norte y sur, y otro chorro de monóxido de carbono que apuntaba hacia el norte.

 

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