El Japón vaciado y rural, más vulnerable a los terremotos

Internacionales 04 de enero de 2024 Mila Matos Mila Matos
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Japón.- El vaciado Japón rural ha sido el epicentro de un terremoto de magnitud 7,6 que ha dejado ya al menos 78 muertos. Construcciones antiguas y una población envejecida han contribuido a que el impacto fuera mayor en un país altamente preparado para este tipo de desastres.

El área más afectada por el potente seísmo, la tranquila prefectura de Ishikawa, a unos 500 kilómetros de Tokio- que encarna a la perfección el problema demográfico que sufre el país-, refleja además los pocos puntos vulnerables de Japón frente a los frecuentes terremotos.

La escasa y envejecida población de la región afectada, con dificultades para seguir protocolos de evacuación con rapidez, se suma a la antigüedad de unas casas que no están preparadas para resistir temblores del calibre del último, a diferencia de las viviendas de zonas urbanas.

A su vez, cualquier otro lugar habitado del mundo podría con alta probabilidad ser más susceptible de vivir una tragedia considerablemente mayor después de un terremoto como este.

URBANISMO Y GESTIÓN DE DESASTRES
Varias placas tectónicas convergen bajo Japón, por lo que, acostumbrado a los temblores, que normalmente no suelen dejar tanta destrucción a su paso como el del pasado lunes, ha implementado un urbanismo resiliente y una gestión de desastres a la altura de su situación geográfica.

Movimientos sísmicos han causado durante la historia del país dolorosos desastres, como el terremoto y tsunami de 2011 o el Gran Terremoto de Kanto hace 100 años, que dejó 105.385 muertos y desaparecidos y provocó llamas en las que ardieron la mitad de Tokio y parte de la vecina Yokohama.

Tras ellos, el país ha ganado un alto entendimiento en evaluación de riesgos y formulación de contramedidas que lo han llevado a poseer una planificación urbana para mitigar potenciales desastres en lugar de responder a ellos una vez ya han ocurrido.

Áreas de evacuación en cada vecindario, bloques separados por espacios amplios como avenidas o canales que actúan de cortafuegos y edificios a prueba de incendios son los tres pilares que sostendrían las urbes en caso de catástrofe.

Un ejemplo visible en Tokio de esta planificación es la construcción de grandes bloques de viviendas o edificios altos en primera línea de terrenos residenciales, de tal modo que los colosos rodean hogares más bajos, sirviendo de «pared» para impedir que las llamas puedan avanzar.

Sin embargo, las zonas rurales del país no están tan preparadas y las características de sus construcciones antiguas impiden que puedan soportar fuertes temblores y sobreponerse a ellos.

Casas caídas, asfalto roto y familias conmocionadas dibujan días de tragedia humana en Japón, que ha recibido el nuevo año de forma accidentada.

LA CUESTIÓN DEMOGRÁFICA SE INTENSIFICA EN EL JAPÓN RURAL
El campo japonés, que concentra alrededor del 8 % de la población nipona, cuenta con numerosos «pueblos fantasma«. Estadísticas oficiales apuntan que hay alrededor de 8,5 millones de hogares abandonados (conocidos como ‘akiya’) en Japón, aunque estimaciones señalan que la cifra real ser cercana a los 11 millones.

El gobierno proyecta que los ‘akiya‘ representarán el 30 % de las viviendas japonesas en la próxima década e intenta revertir la situación desde hace ya algunos años con programas para evitar el éxodo, sobre todo de personas jóvenes.

En enero del año anterior, el Ejecutivo que encabeza el primer ministro Fumio Kishida anunció que las familias que se mudasen de Tokio al campo recibirían una compensación de un millón de yenes por niño.

La iniciativa fue cuestionada por muchos, pues dudan de la capacidad del plan para alejar de la capital a los habitantes de la gran Tokio.

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