¿Bostezar sirve de algo?

Curiosidades 22 de enero de 2024 Kiry Jiménez Kiry Jiménez
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Abres la boca separando las mandíbulas todo lo posible, inspiras profundamente, espiras algo menos de lo que inhalaste y terminas cerrando las mandíbulas con una sensación de bienestar.

El ser humano, como cualquier vertebrado, bosteza y este es uno de los rituales más antiguos del reino animal. Los mamíferos y la mayoría del resto de los animales dotados de columna vertebral lo hacen: peces, tortugas, cocodrilos y aves. Desde muy temprano el ser humano empieza a bostezar, lo que corrobora los orígenes remotos del bostezo. Es más, empezamos a bostezar dentro del vientre de nuestra madre, al final del primer trimestre del desarrollo prenatal. Para Darwin era una prueba de que compartimos un origen común: “ver un perro o un caballo bostezar me hace sentir que todos los animales están construidos con la misma estructura”.

Causado por el cansancio, el aburrimiento o la digestión, la supervivencia del bostezo, prácticamente inmutable durante millones de años, indica que debe tener una función evolutiva fundamental. Pero, ¿para qué? ¿Sirve para “enfriar el cerebro”? ¿Para despertar la atención? ¿O está relacionado con la excitación sexual? Todavía no hemos encontrado respuestas definitivas.

Avalancha química

Abrir la boca desata un torbellino de señales bioquímicas en el cerebro. La dopamina, la oxitocina, la acetilcolina, la serotonina o la hipocretina son algunas de las sustancias que intervienen en el poco comprendido proceso neuronal que se activa cuando bostezamos. En concreto, la dopamina parece desempeñar un papel crucial. Así, esta sustancia escasea en el cerebro de los enfermos de Parkinson. que también presentan una casi total desaparición de ese comportamiento. Algunos fármacos que alivian el mareo en los viajes inhibiendo la acetilcolina también reducen de forma notable su frecuencia. Además, los científicos han detectado la aparición de hormonas sexuales y sustancias opioides durante el proceso.

¿Quiere decir esto que toda esa maquinaria cerebral se activa para disparar una simple señal de aburrimiento? Conducir, leer, esperar, viajar en transporte público... las actividades monótonas y repetitivas son las situaciones en las que el bostezo nos asalta con mayor frecuencia. Otras situaciones son los momentos antes de acostarse y los que siguen al despertar, después de ingerir una comida abundante, las horas de ayuno o el mareo en los viajes. Ninguno de esos escenarios parece justificar la complejidad cerebral y la permanencia milenaria del bostezo.

¿Cuándo te aburres o en momentos importantes?

¿Y qué decir de otras situaciones en nada similares a las que hemos mencionado? Los atletas antes de las competiciones, los paracaidistas en los momentos previos al primer salto, cuando te tienes que enfrentar a un examen, los músicos que se preparan para un concierto... El bostezo se activa antes de un acontecimiento importante.

Lo mismo sucede en el mundo animal: en muchas especies bostezar precede al apareamiento. Los peces luchadores siameses machos lo experimentan antes de atacar a un rival; en los zoos es muy común ver a leones y simios abriendo la boca cuando queda menos de una hora para comer. Del mismo modo, los depredadores suelen hacerlo antes de ir de caza y las hienas mientras rodean una carroña.

Todo esto contradice a la teoría más popular del bostezo: sirve para “oxigenar” el cerebro. Esto ya quedo descreditado en los años 80 del pasado siglo cuando Robert R. Provine, psicólogo de la Universidad de Maryland decidió poner esta explicación aprueba. Un conjunto de estudiantes inhalaban aire con distintas concentraciones de CO2 mientras pensaban en bostezar. De promedio, los voluntarios reaccionaron bostezando unas 24 veces por hora independientemente de la concentración de CO2 que inhalaban.

Por otro lado, Ronald Baenninger de la Universidad de Temple (EEUU) entregó a un grupo de personas un equipo portátil y les pidió que apretaran un botón cada vez que bostezaran. Después de recoger datos durante dos semanas Baenninger encontró que la mayor frecuencia se registraba unos 15 minutos antes de que realizaran alguna actividad que requería una atención especial. Este experimento parece indicar que nos encontramos ante un sistema que incrementa la alerta en los animales. Incluso explicaría por qué bostezamos cuando nos aburrimos: es un intento del cuerpo de resistirse a caer en un estado de desconexión con el entorno.

El bostezo contagioso

Sin embargo esta hipótesis no explica el fenómeno más increíble: el bostezo contagioso. Es un fenómeno intrigante y universal que se caracteriza por la tendencia de las personas a bostezar al ver que otros lo hacen. Este fenómeno ha sido objeto de numerosos estudios, y se ha observado que es una respuesta automática y casi involuntaria. Se cree que está vinculado a la empatía y la capacidad de comprensión emocional entre individuos, aunque otros estudios apuntan a que está más relacionado con la edad de quien bosteza y de quien lo mira. La llamada "imitación inconsciente" puede explicar por qué bostezamos al ver a otros hacerlo, ya que nuestro cerebro tiende a copiar automáticamente ciertos comportamientos observados en otros.

Curiosamente, no todos son igualmente susceptibles al bostezo contagioso. Entre aquellos que muestran una menor propensión se encuentran las personas con trastornos del espectro autista (TEA). Se ha observado que las personas con TEA tienden a bostezar menos al ver a otros hacerlo en comparación con la población general. Este fenómeno es el que ha llevado a especular sobre la conexión entre la empatía y el bostezo contagioso. La empatía, la capacidad de entender y compartir los sentimientos de los demás, parece desempeñar un papel crucial en la disposición a contagiarse del bostezo. Las personas con TEA, que a menudo enfrentan desafíos en la comprensión de las señales sociales y emocionales, podrían exhibir menos contagio de bostezos debido a diferencias en la función empática.

El bostezo en el cerebro

Desde el punto de vista neurobiológico, el bostezo contagioso involucra varias regiones cerebrales. Estudios de resonancia magnética funcional (fMRI) han identificado la activación de áreas como la corteza motora primaria, la corteza premotora y la ínsula anterior. Estas áreas están asociadas con la planificación y ejecución de movimientos, así como con la percepción y procesamiento de las emociones. La ínsula, en particular, parece desempeñar un papel clave en la empatía y la conciencia emocional, lo que podría explicar por qué está involucrada en el contagio del bostezo.

Las teorías sobre las funciones evolutivas del bostezo contagioso sugieren que podría haber evolucionado como una forma de comunicación no verbal para sincronizar los estados de alerta y sueño en grupos sociales. Esta sincronización podría haber proporcionado ventajas adaptativas al mejorar la cohesión social y la coordinación de actividades.

Muy interesante

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