Efemérides literarias: una odisea contra la censura se estrenó un día como hoy

Efemérides 02 de febrero de 2024 Kiry Jiménez Kiry Jiménez
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James Joyce y Sylvia Beach se conocieron en una velada en casa de André Spire en París, el 11 de julio de 1920. El poeta había reunido a sus amigos para presentarles a Joyce y a su esposa, Nora Barnacle, que acababan de aterrizar en la capital francesa después de llevar años viajando por el gran continente. Entre los invitados estaban Ezra Pound, admirador de Joyce, Adrianne Monnier, propietaria de la librería La Maison des Amis des Libres, y Sylvia Beach, fundadora de la famosa Shakespeare and Company, entre otros artistas e intelectuales.

Sylvia Beach, la estadounidense dueña del refugio literario y lugar de encuentro de los escritores de la “generación perdida” (tal y como los bautizó Hemingway), aprovechó la ocasión para acercarse al autor irlandés mientras este hojeaba unos libros de la estantería de Spire. “Así que este es el gran James Joyce”, le dijo al escritor que ya había publicado el poemario Música de cámara, el libro de relatos Dublineses y la novela Retrato del artista adolescente. “Tuvimos una conversación y él parecía muy interesado en mi librería, me pidió la dirección y la apuntó. Nunca había visto a nadie tan interesante ni divertido, además de sensible”, explicó Sylvia Beach en una entrevista.

Poco después de aquel primer encuentro, James Joyce acudió a Shakespeare and Company y la conversación entre el escritor y la librera continuó. Joyce le habló a Beach de Ulises, la novela inacabada en la que llevaba más de seis años trabajando, y de sus problemas para encontrar una editorial. “Mi novela no se publicará jamás”, se lamentó Joyce, a lo que Beach contestó con una propuesta: “¿Concedería a Shakespeare and Company el honor de ser su editorial?”.

‘Ulises’, censurada y prohibida en los estados unidos

Sylvia Beach no era la primera persona que se embarcaba en en la aventura de publicar la novela Ulises. En Estados Unidos, Margaret Anderson y Jeane Heap, editoras de la revista The Little Review se habían enfrentado a grandes presiones e incluso habían sido procesadas por publicar las primeras entregas de la obra. Los números de enero y mayo de 1919 de The Little Review, al igual que el número de enero de 1920, fueron confiscados y posteriormente quemados. Las editoras fueron acusadas de “difundir obscenidades” y, después de que The Little Review fuera llevada a los tribunales por su “carencia de prejuicios morales” y Ulises se prohibiera en los Estados Unidos, se vieron obligadas a cesar su publicación.

Sabiendo que lo tenía todo en contra, Sylvia Beach asumió el reto de publicar el 'Ulises'.

En el Reino Unido, la impulsora del proyecto de publicación de la obra fue Harriet Weaver, editora de la revista The Egoist, en la que se había publicado Retrato del artista adolescente. Weaver, entusiasmada con el Ulises de Joyce, decidió convertir su revista en una editorial, bajo el nuevo nombre The Egoist Press, con la intención de acoger la novela. Sin embargo, tras lanzar los cinco primeros capítulos, la editora tuvo que abandonar el proyecto, dadas las quejas y presiones a las que estaba siendo sometida por llevar el Ulises hacia adelante.

Aún así, sabiendo que lo tenía todo en contra, Sylvia Beach asumió el reto. La librera, ahora editora, cubrió todos los gastos de la edición del Ulises, además de prestarle ayudas económicas a James Joyce, que dejó su trabajo como profesor de inglés para dedicarse enteramente a finalizar su obra, que debía entregar en otoño de 1921.

Sylvia beach, de librera a editora del ‘ulises’

Lo primero que hizo Sylvia Beach, después de cerrar su acuerdo con James Joyce, fue buscar una imprenta que se sumara al proyecto. Sin experiencia como editora, Beach habló con el impresor Maurice Darantière y le hizo la propuesta, explicándole que no le podría pagar hasta que llegara el efectivo de los suscriptores. Darantière aceptó y, acto seguido, la librera empezó una lista de primeros lectores que pagarían su volumen por adelantado, antes incluso de que este fuera a imprenta.

A esta lista se sumaron el entusiasta Ezra Pound, el famoso Hemingway, que reservó varios ejemplares, André Gide y W. B. Yeats, entre otros escritores y artistas. Bernard Shaw, en cambio, aseguró que se negaba a comprar “una asquerosa muestra de un momento repugnante de nuestra civilización”, posicionándose como detractor de la obra en el eterno debate literario sobre el Ulises.

Llegó el otoño de 1921 y Joyce todavía no había terminado su compleja obra. Inmerso en correcciones y cambios, el escritor falló a la fecha acordada y los suscriptores empezaron a inquietarse. Mientras tanto, Beach y Darentière concretaron lo siguiente: la primera edición constaría de 1000 ejemplares, cien en papel Holanda, firmados por Joyce, a 350 francos; 150 en papel vergé d’arches, a 250 francos; el resto se publicaría en un papel un poco más económico y se vendería a 150 francos. Del total, el autor recibiría un 66% de los ingresos, una cuota extraordinariamente elevada en comparación a lo que solían cobrar los escritores por sus obras.

La relación entre Beach y Joyce se fue deteriorando a causa de las exigencias económicas y editoriales del escritor.

Para transcribir el manuscrito original, Sylvia Beach contrató a mecanógrafas profesionales que descifraron y teclearon los garabatos de Joyce. El escritor, que sufría de iritis y había sido operado de la vista, tuvo serias dificultades para revisar tanto los manuscritos como las copias mecanografiadas. De las profesionales contratadas para la tarea, muchas abandonaron el proyecto escandalizadas por el contenido de la obra y otras por agotamiento o enfermedad. El marido de una de las cinco mecanógrafas que trabajaron en el capítulo Circe arrojó el manuscrito al fuego, cosa que atrasó aún más la publicación de la novela.

Por otro lado, la relación entre Sylvia Beach y James Joyce se fue deteriorando a causa de las exigencias del escritor, tanto a nivel editorial como a nivel económico. Joyce se encaprichó con que la portada de su novela tenía que ser azul, pero no un azul cualquiera, el azul de la bandera de Grecia, que evocaba el mito de Homero. También quiso que Ulises se publicara el 2 de febrero de 1922, el día de su cuarenta cumpleaños, asegurando que eso le daría suerte. Además, hasta el último momento, Beach tuvo que adaptarse a las decenas de cambios y añadidos del autor, cuya odisea particular parecía no tener final.

El fin de una aventura y el inicio de una revolución

Cuando, finalmente, la novela mecanografiada se envió a imprenta, Beach insistió en que la primera edición debía estar lista para el 2 de febrero. Dados los atrasos en el proceso, el impresor contestó que aquello iba a ser imposible. Sin embargo, la invencible Sylvia Beach insistió.

El 1 de febrero, la editora recibió un telegrama de Maurice Darantière en el que le decía que “mañana a las siete de la mañana” el tren exprés de Dijon a París llegaría con dos copias del Ulises. “Mi corazón iba como una locomotora”, aseguró Beach en una entrevista al recordar cómo, el día 2 de febrero a primera hora, esperó en el andén a que llegara el tren. A las siete en punto, el revisor bajó de su vagón y le entregó un paquete con los dos primeros ejemplares de la novela Ulises: uno para ella y otro para Joyce, a quien la editora se lo regaló, cumpliendo con su deseo, el día de su cuarenta cumpleaños.

Aquel día terminaba la aventura de la publicación del Ulises de Joyce y empezaba el primer capítulo de la revolución literaria más importante del siglo XX, provocada por una obra que, tal y como predijo el autor, “mantendría ocupados a los críticos durante trescientos años”.

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