Ser indiferente es la cura para el "mal de amor"

Curiosidades 01 de abril de 2024 Kiry Jiménez Kiry Jiménez
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Vacío, desilusión, miedo, rabia... Cuando alguien se enfrenta a una ruptura o a un rechazo amoroso puede experimentar toda una serie de emociones negativas, que van desde la tristeza y el desconsuelo hasta la impotencia o la ira. 

La antropóloga y bióloga estadounidense Helen Fisher, de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey lleva más de tres décadas estudiando el amor romántico y las relaciones, y según sus conclusiones, “nuestra reacción a una pérdida amorosa tiene que ver con una adaptación evolutiva”.

 “Ser rechazado en el amor es una de las experiencias más dolorosas que puede soportar un ser humano”, en palabras de Fisher, “y por razones evolutivas, los humanos estamos predispuestos a sufrir terriblemente cuando nos rechaza alguien a quien adoramos”.

Cuando eso sucede, los psiquiatras hablan de dos fases: una de 'protesta' y otra de resignación o desesperación. La primera puede manifestarse en forma de obsesión, ansiedad o rabia, tal y como expone esta neurobióloga.

'Atracción por la frustración'

Por una parte, según Fisher, puede pasar que la persona abandonada “se obsesione con recuperar a quien ama, ofuscándose en lo que salió mal y en cómo intentar reavivar la llama”.

En este caso, a medida que esa esquivez se intensifica, también lo hace la pasión romántica, algo que esta experta ha denominado como “atracción por la frustración”. Es decir, cuando el amor romántico se ve frustrado, la persona enamorada puede amar incluso con más fuerza.

“Analizamos en un escáner cerebral a 15 personas que acababan de ser rechazadas, y encontramos actividad en la región cerebral básica para el amor romántico. Cuando te rechazan, sigues queriendo a esa persona. El amor romántico, de hecho, puede llegar a ser incluso más fuerte”, detalla.

Ansiedad por la separación

Por otro lado, esa fase de protesta tras un rechazo amoroso también puede provocar actividad en el sistema de pánico del cerebro.

El neurocientífico Jaak Panksepp, de la Bowling Green State University de Ohio, cree que, en este caso, se produce una “ansiedad por la separación”, similar a cuando las crías de mamíferos son abandonadas por su madre. “Cuando su madre se va, los bebés se inquietan y expresan su angustia con palpitaciones, gestos de succión y llamadas de socorro”, explica Fisher.

'Odio al amor'

Ahora bien, según los científicos, la ira también puede aparecer cuando se experimenta la marcha la persona amada. En este caso, incluso si alguien rompe la relación con honestidad y compasión y cumple sus obligaciones sociales y paternales, muchos de los rechazados pasan bruscamente de la angustia a la furia.

 

El psicólogo Reid Meloy, de la Universidad de California en San Diego, llama a esta reacción “rabia del abandono”, sin embargo, Helen Fisher va más allá al asegurar que lo que realmente se experimenta en esta fase es el “odio al amor”.

Lo contrario del amor es la indiferencia

Así, al hilo de este asunto, esta científica plantea una curiosa perspectiva respecto al amor y lo que se considera su antítesis. En este sentido, considera que el odio y el amor se mueven en el mismo terreno, mientras que en el extremo opuesto se colocaría la indiferencia. Por tanto, según Fisher, lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia.

En su investigación sobre el cerebro y la biología del amor romántico, Fisher ha argumentado que el amor y el odio comparten circuitos cerebrales similares y están más conectados entre sí que con la indiferencia.

“El amor y la rabia están relacionados en el cerebro. La red básica de la ira está estrechamente conectada con centros del córtex prefrontal que anticipan recompensas, incluida la recompensa de conquistar a la persona amada”, en palabras de la experta.

Además, asegura: “El amor romántico y el odio al amor están probablemente bien conectados en el cerebro, así que cuando ese impulso de amar se ve frustrado, el cerebro convierte la pasión en furia”.

Por lo tanto, ambos involucran una intensidad emocional y una fuerte conexión, tal y como destaca la investigadora. Por otro lado, la indiferencia implica una falta de interés o preocupación. Así pues, Fisher sugiere que este estado emocional es más distante del amor que el odio.

Esta perspectiva refleja la idea de que la apatía y la falta de conexión emocional pueden ser más opuestas al amor que emociones aparentemente más negativas como el odio. Mientras que el odio supone una fuerte reacción emocional, aún está conectado por esa intensidad, mientras que la indiferencia conlleva un distanciamiento emocional más profundo.

Con todo, la rabia del abandono no excluye necesariamente al amor, sino que ambos sentimientos pueden convivir, tal y como argumenta Fisher: “El amor romántico y los sentimientos de ira son independientes y pueden funcionar simultáneamente. Es decir, se puede estar a la vez muy enfadado y muy enamorado”.

Por último, la persona despechada se da por vencida, aunque hay esperanza, según esta neurobióloga. En base a su planteamiento, “nacemos para amar”, ya que ese sentimiento 'inexplicable' que se conoce como amor romántico está profundamente arraigado en el cerebro de los humanos.

“Y finalmente nos enfrentamos a una segunda fase de resignación o desesperación. Estamos hechos para sufrir cuando el amor fracasa: primero para lamentar su marcha e intentar recuperar a esa persona, y después para rendirnos por completo, sacudirnos el polvo y reorientar nuestra energía para volver a enamorarnos”, remarca.

Muy interesante

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