
Técnicas para manejar las rabietas de los niños, según expertos
Curiosidades 16 de noviembre de 2023

El desarrollo infantil atraviesa distintas etapas y fases, algunas más llevaderas que otras. Por desgracia, no existe un manual de instrucciones para ser padre o madre, por lo que en algunos momentos los adultos pueden sentirse desbordados o impotentes ante ciertas conductas de sus hijos. Uno de los momentos más complicados de la crianza tiene que ver con las temidas rabietas. Estos episodios pueden poner a los padres al límite. En muchos casos, ante la ausencia de herramientas, estos pueden estar alimentando el problema en lugar de resolverlo. En este artículo hablaremos acerca de qué son las rabietas y cómo es posible gestionarlas de la mejor manera.
¿Qué es una rabieta o berrinche?
La fase de las rabietas suele iniciar alrededor de los 18 meses y llegar a su fin en torno a la edad de los 5 años. A pesar de lo desagradable que puede resultar, lo cierto es que las rabietas forman parte del proceso natural de maduración del niño. En otras palabras, que un hijo muestre rabietas no necesariamente indica que exista algún problema.
Durante una rabieta, el niño puede estallar en llanto desconsolado, patalear, golpear objetos u otras personas, gritar, etc. Algunos pequeños pueden llegar a contener la respiración, lo que puede generar gran sufrimiento y preocupación en los adultos. La razón por la que aparecen estos episodios tiene que ver con la inmadurez emocional de los más pequeños.
En edades tempranas, las emociones desagradables no se saben gestionar de manera correcta, por lo que la frustración y el malestar se canaliza de esta forma. El hecho de que el lenguaje tampoco se encuentre del todo desarrollado también influye en este sentido, pues el niño no es capaz de verbalizar su sufrimiento como lo haría un adulto.
Por esta razón, el manejo adecuado de las rabietas pasa por enseñar a los hijos a entender y manejar sus emociones. Cuando esta etapa no se gestiona bien, las rabietas pueden persistir y convertirse en la única forma en la que el pequeño expresa sus necesidades. Educar en emociones durante la infancia ayuda a evitar futuros problemas relacionados con la desobediencia, el daño a uno mismo o a los demás, etc. Aunque las rabietas forman parte del desarrollo normal de un niño, a veces puede ser necesario consultar con un psicólogo. Algunos indicadores que señalan que las rabietas de un hijo se salen de lo considerado normal son los siguientes:
Duración: Si las rabietas se prolongan durante más de un cuarto de hora es posible que sea necesario contar con el apoyo de un profesional.
Frecuencia: Si las rabietas se producen en varias ocasiones cada día es recomendable consultar el problema con un psicólogo.
Autolesiones: Si en el curso de la rabieta el niño se hace daño a sí mismo de alguna manera, no se debe minimizar el problema y es conveniente acudir a un profesional.
¿Por qué aparecen las pataletas?
Las rabietas pueden aparecer por distintos motivos. Entre los más comunes destacan:
Frustración: Cuando los niños sienten que no pueden cumplir sus deseos o no se les comprende, pueden experimentar una intensa frustración que no saben gestionar. Así, su forma de comunicar su malestar es estallar con una rabieta.
Ambivalencia hacia el adulto: Los pequeños necesitan de cuidados y protección constante, aunque al mismo tiempo buscan siempre incrementar su nivel de autonomía e imponer sus deseos. Esto genera sentimientos ambivalentes hacia los progenitores, lo que les puede llevar a malestar y confusión.
Obtener lo que se quiere: Al hilo de lo anterior, las rabietas son la manera que los niños encuentran de captar la atención de los adultos y conseguir lo que desean. A veces, los padres favorecen la perpetuación de las pataletas al cumplir con las peticiones del pequeño cuando estalla en rabia.
Cómo manejar los berrinches infantiles
A continuación, vamos a comentar algunas recomendaciones útiles para manejar las rabietas infantiles de manera eficaz.
1. Sé un buen modelo de comportamiento
Los pequeños aprenden muchos de sus comportamientos por observación e imitación. Por ello, es importante que como adulto trates de mostrar un buen modelo de conducta. No puedes pedir que se calme si tú mismo pierdes los nervios. Tu estado emocional influye intensamente en el del niño, por lo que transmitir calma y serenidad es un primer paso esencial. Muestra una reacción coherente en todas las rabietas de tu hijo, tratando de contener tus propias emociones y no desbordarte (incluso si la rabieta es en un lugar público).
2. Tu hijo no disfruta con su rabieta
Aunque te sorprenda, los niños no llevan a cabo rabietas para fastidiar a los adultos. Como ya hemos comentado, estos estallidos de rabia suelen responder a una deficiente gestión emocional natural de las edades tempranas. Por ello, el pequeño es el que más sufre con esa situación. Lo último que necesita es que le grites o riñas, ya que en esos momentos lo fundamental es brindar apoyo y comprensión.
3. Comprender el motivo de la rabieta y hallar posibles soluciones
A la hora de resolver una rabieta es fundamental que intentes comprender qué ha desencadenado la frustración en tu hijo. Trata de acercarte a él y suavemente intenta preguntarle qué sucede. En los niños más mayores es posible que se pueda identificar concretamente la razón y buscar soluciones para remediarlo.
4. No te quedes en lo superficial
Muchos padres tratan de deshacerse de las rabietas de manera superficial. Sólo desean que su hijo deje de llorar y quedarse tranquilos. Sin embargo, esto no va a cambiar el trasfondo de la situación. Manejar las rabietas requiere enseñar al pequeño a entender y manejar sus emociones. Si adoptas otras medidas como gritarle o entretenerlo con alguna distracción, puede que consigas un alivio momentáneo, pero nada cambiará a medio y largo plazo.
5. Valida sus emociones
Muchos adultos minimizan el sufrimiento de los niños, restando importancia a sus emociones. Sin embargo, manejar eficazmente una rabieta requiere acercarse al pequeño y transmitirle que entendemos que se pueda sentir frustrado por algo. Después del episodio, cuando la situación se calme, es recomendable reflexionar acerca de lo que ha pasado junto a él, preguntarle cómo se ha sentido y qué le podría ayudar si se siente así la próxima vez. Esto le ayudará a identificar mejor sus emociones, entender por qué han aparecido y tener herramientas para gestionarlas.
6. No es momento de razonamientos complejos
Tratar de hacer entrar en razón a un niño en plena rabieta es como darse contra un muro. Al igual que sucede con los adultos, cuando hay un estado emocional intenso es difícil pensar con claridad. Además, la inmadurez de los más pequeños hace que sean más rígidos a nivel cognitivo, lo que dificulta que puedan enfocarse en otra cosa que no sea su frustración.
Tratar de brindar a un hijo argumentos racionales cuando está agitado impedirá conectar con sus emociones y brindarle el apoyo y la comprensión que tanto necesita. Reflexionar sobre lo que ha pasado es algo que es preferible hacer cuando las aguas se calmen.
7. Ayúdale a encontrar herramientas de gestión emocional
Como venimos comentando, la comprensión y gestión de las emociones no es algo innato, sino que es preciso enseñarlas durante la infancia. Los adultos deben facilitar esto a los niños dándoles herramientas que les ayuden a canalizar su malestar de manera más saludable. Puedes crear junto a tu hijo un “bote de la calma” con agua y purpurina en su interior, de forma que pueda agitarlo en los momentos de tensión.
También se puede proponer el apretar un peluche blandito o una almohada. En algunos casos también se puede recurrir a las técnicas de relajación o mindfulness adaptado a población infantil. En internet se pueden encontrar ideas y recursos para ello, de forma que se pueda poner en práctica en casa.
8. No cedas a las peticiones de las rabietas
Muchas veces, los padres contribuyen a alimentar las rabietas al ceder a las peticiones de su hijo durante las mismas. El objetivo de gestionar las rabietas es que el pequeño pueda comprender y manejar sus emociones, de forma que las pataletas no se conviertan en su única forma de expresar lo que necesita. Si los adultos tratan de aliviar la tensión respondiendo a la petición, se logrará el efecto contrario al deseado y las rabietas irán a más.
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