La historia, dicen, siempre se repite y en el terreno bursátil parece que también. Hace 37 años, un lunes, se produjo una caída de las Bolsas de todo el mundo, el llamado crash o Lunes Negro que pilló por sorpresa a expertos e inversores. Las Bolsas llevaban una racha alcista, incluso sobrevaloradas, y en un abrir y cerrar de ojos, todas las ganancias se perdieron en un solo día.
Algo muy parecido ha vuelto a suceder en los parqués de Asia, Europa y Estados Unidos. El epicentro del terremoto se ha dado en el Nikkei, la principal bolsa de Japón. Ha sufrido su segunda mayor caída de la historia solo por detrás de aquel fatídico lunes, 20 de octubre de 1987, con un descenso al cierre de la sesión del 12,40%. Son dos razones las que han provocado esta inestabilidad: se habla de una posible recesión en Estados Unidos después de que se publicara un informe sobre su mercado laboral y que fuera peor de lo esperado pero también esta caída está relacionada con el fortalecimiento de la moneda nipona, el Yen. Al contrario de lo que en un principio de puede esperar, una moneda fuerte no siempre es un signo positivo. En este caso, el yen ha perjudicado a las exportaciones japonesas puesto que venden más caro y los compradores ya no se lanzan a al mercado japonés con tanta facilidad. Y como el efecto dominó, una vez que se ha desplomado el principal índice bursátil de Japón, el resto de bolsas europeas y americanas han ido detrás. Primero, las bolsas europeas con caídas entre el 2% y el 3% y después el Nasdaq, con pérdidas también que han superado el 4%.
Antonio Castelo, economista de Ibrockers, vivió ese lunes negro de 1987. “Fue la primera gran caída de la Bolsa que viví como profesional. La situación era muy parecida a la actual en el sentido de que las bolsas venían subiendo desde 1985 con mucha fuerza. La deuda americana había subido mucho, pero el mercado lo ignoraba y llevaban semanas hablando de que las bolsas estaban muy elevadas pero no cedía nada el mercado. Y de repente, un día, sin saber cómo, sucedió. La bolsa de Nueva York cayó brutalmente y arrastró a todos los mercados”.
Llama la atención que estos batacazos se produzcan en un contexto, de nuevo, de alzas puesto que hace apenas un mes, el 11 de julio, el mismo Nikkei que hoy se desploma llegó a registrar su máximo histórico.
Lo mismo ocurrió aquel mes de octubre de 1987, el índice bursátil Dow Jones se hundió un 22,6% en un solo día y los inversores estadounidenses vieron cómo de un plumazo perdieron 550.000 millones de dólares. Ya era rico entonces el magnate Warren Buffet pero ese día seguramente lo recuerde con claridad porque perdió 347 millones de dólares. O Bill Gates, que borró de su cuenta 255 millones de dólares.
En el caso actual, ya son varios los expertos que apuntan a una posible solución. Que la Reserva Federal celebre una reunión extraordinaria la misma semana que viene y baje los tipos un 0,5% de golpe en lugar de esperar a la fecha oficial que es el 19 de septiembre. No es la primera vez que el Banco Central de Estados Unidos se adelanta a los acontecimientos y decide celebrar una reunión urgente para apaciguar a los mercados, se produjo en marzo de 2020, con el estallido de la pandemia y podría volverlo a repetir.
Si comparamos un año bursátil con un viaje en avión, ahora mismo estaríamos pasando por fuertes turbulencias y a más de uno se le ha podido atragantar la comida. Si nos fijamos en el índice Vix, el denominado Índice del miedo, que mide la volatilidad de los mercados a treinta días, se ha disparado al 50%. El 1 de agosto estaba en el 15%, cuando 0% significa tranquilidad y confianza en los mercados y el 100% sería la histeria máxima.
Hasta la revista Time se hizo eco de este hundimiento y llevó a su portada aquella semana el crash con el titular Masacre de octubre en Wall Street. Pero si octubre fue un mes nefasto entonces, ahora el mal fario se ha trasladado a agosto.
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