Una de las salsas más utilizadas en nuestro día a día fue un medicamento (y no te lo vas a creer)

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La salsa de tomate es uno de los ingredientes más comunes en las cocinas de todo el mundo, acompañando platos como la pasta o la pizza. Sin embargo, lo que muchos no saben es que en el siglo XIX, este popular condimento fue considerado un medicamento. Sí, en aquella época, la salsa de tomate fue promovida como un remedio para diferentes dolencias, desde problemas digestivos hasta enfermedades del hígado.

 El origen de esta curiosa creencia se remonta a la década de 1830 en Estados Unidos, cuando un médico llamado John Cook Bennett empezó a difundir los supuestos beneficios medicinales del tomate. Bennett aseguraba que este fruto, que en aquel entonces todavía generaba dudas sobre si era tóxico o no, tenía propiedades curativas. De hecho, llegó a afirmar que podía tratar la diarrea, la indigestión e incluso la bilis.

No contento con eso, Bennett y otros empresarios vieron una oportunidad de negocio: comenzaron a comercializar pastillas de extracto de tomate que prometían aliviar un sinfín de dolencias. Estas "píldoras de tomate" se vendían como una especie de panacea para los problemas de salud de la época. Aunque no había evidencias científicas que respaldaran estas afirmaciones, el producto fue popular por un tiempo.

 Sin embargo, con el avance de la ciencia y el desarrollo de la medicina moderna, esta peculiar tendencia desapareció, y el tomate volvió a ser apreciado exclusivamente por su sabor y valor culinario, más que por sus supuestos beneficios terapéuticos.

EL CONFIDENCIAL

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