Yankees dejan en el terreno a los Padres de Machado y Tatis en el décimo y se quedan con la serie

Deportes08/05/2025Mila MatosMila Matos
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 Cuando parecía que San Diego tenía el juego en el bolsillo, Trent Grisham salió del banco para reescribir el guión. Su cuadrangular de dos pisos por el jardín derecho no solo empató el marcador en el octavo, también encendió el ánimo de un equipo que, pese a los tropiezos iniciales, sigue encontrando formas de ganar.

 
El jardinero, visto inicialmente como un agregado en el mega cambio que trajo a Juan Soto al Bronx, ha empezado a justificar su presencia con más que defensa. Su décimo jonrón del año, ya por encima de todo lo que logró en 2023, refleja el impacto de tener más turnos y confianza. “Mucha lucha, mucha garra”, dijo Grisham, al resumir el espíritu de la serie. “En cada juego estuvimos abajo, y aún así peleamos”.

En el décimo episodio, con el marcador igualado, fue el turno de Devin Williams de lucirse. Heredó un panorama complicado con las bases llenas y, aún así, se las arregló para ponchar a tres, incluido a Xander Bogaerts, celebrando con el puño en alto mientras el Yankee Stadium rugía. “Me bloqueé”, dijo el lanzador. “Estaba completamente concentrado”.

Y justo después, la historia encontró a otro héroe inesperado: J.C. Escarra, quien con un elevado de sacrificio al izquierdo, dejó en el terreno a los Padres y firmó la remontada de Nueva York por 4-3. “Son momentos que uno sueña de niño”, confesó Escarra, aún procesando lo que había logrado.

Antes de todo ese drama, Dylan Cease rozaba la historia con los Padres, sin permitir hits durante 6.2 entradas. Solo un batazo de Cody Bellinger —su quinto jonrón del año— rompió el hechizo y la blanqueada. Cease salió poco después por una aparente molestia.

 
Por los Yankees, Max Fried continuó dominando. Siete entradas, una sola carrera limpia, ocho ponches, sin boletos. Su efectividad de 1.05 es ya la mejor de la Liga Americana. Solo el japonés Yoshinobu Yamamoto tiene mejores números este año.

 
La victoria no solo tuvo sabor a épica, también a desahogo. Fue el primer triunfo en entradas extra del equipo en lo que va de temporada (1-2), y llegó en una noche donde los Knicks, en otra pantalla, también remontaban y ganaban. Una doble celebración neoyorquina, que por momentos confundió los aplausos en el estadio, pero que dejó claro que en la ciudad, la lucha sigue siendo la firma de sus equipos.

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