
Enfermedad de párkinson crece en el mundo: estos son los factores de riesgo y las claves para la prevención
Salud13/12/2025
Prensa TNI
El número de personas diagnosticadas con enfermedad de Parkinson está creciendo de forma sostenida en todo el mundo y las proyecciones indican que esta tendencia se intensificará en las próximas décadas. En un contexto de envejecimiento poblacional y aumento de la carga global de los padecimientos neurológicos, comprender qué es el párkinson, cuáles son sus principales factores de riesgo y qué medidas pueden contribuir a reducir su impacto se vuelve una herramienta clave de salud pública.
La enfermedad de Parkinson es una afección del cerebro que provoca alteraciones del movimiento, además de trastornos mentales, del sueño, dolor y otros problemas de salud. Se trata de una enfermedad progresiva, cuyos síntomas empeoran con el tiempo. Entre las manifestaciones más frecuentes se encuentran los temblores, la rigidez o las contracciones musculares dolorosas y las dificultades para hablar. Con el avance de la enfermedad, muchas personas desarrollan distintos grados de discapacidad y requieren cuidados continuos; en fases más avanzadas, también puede aparecer demencia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que, aunque el origen preciso de la enfermedad sigue sin conocerse por completo, factores genéticos y ambientales interactúan para aumentar el riesgo de desarrollar párkinson. La prevalencia de la enfermedad ha crecido de manera sostenida en las últimas décadas y su impacto en términos de discapacidad y muertes continúa aumentando.
Un estudio mundial reciente proyecta que los casos de párkinson podrían más que duplicarse para el año 2050, alcanzando aproximadamente 25,2 millones de personas en todo el mundo, frente a los 11,9 millones estimados en 2021. Esta proyección corresponde a un incremento del 112 % en apenas tres décadas.
El aumento previsto se debe fundamentalmente al envejecimiento de la población, que contribuye al 89 % del incremento, seguido por el crecimiento demográfico y cambios en la prevalencia de la enfermedad. Asimismo, se espera que el número de casos sea mayor en regiones con poblaciones que envejecen rápidamente.
El principal factor de riesgo para desarrollar párkinson es la edad avanzada. La enfermedad ocurre con mayor frecuencia en personas de edad avanzada, aunque también se diagnostica en adultos más jóvenes.
La predisposición genética también influye, aunque solo un pequeño porcentaje de casos parece estar directamente asociado a mutaciones hereditarias específicas.
Las proyecciones globales muestran además diferencias según el sexo: en muchos países, la prevalencia estandarizada por edad es mayor en hombres que en mujeres y se espera que esta desigualdad aumente hacia 2050.
Más allá de los factores no modificables, la evidencia científica sugiere que ciertas exposiciones ambientales y de estilo de vida pueden elevar el riesgo de padecer párkinson, aunque la investigación aún está en desarrollo. La OMS menciona la exposición a contaminación atmosférica, plaguicidas y disolventes como posibles factores que incrementan el riesgo.
Estudios epidemiológicos han señalado asociaciones entre entornos contaminados y mayores tasas de párkinson, lo que refuerza la importancia de minimizar la exposición a sustancias tóxicas en el ambiente.
Aunque no es posible prevenir la enfermedad completamente, la evidencia disponible indica que estilos de vida saludables pueden jugar un papel importante en la reducción de riesgo o en la lenta progresión de los síntomas. La actividad física regular, una dieta equilibrada y la reducción de exposiciones ambientales nocivas forman parte de las recomendaciones más respaldadas por la literatura científica.
El ejercicio físico, en particular, parece estar asociado con una menor probabilidad de deterioro neurológico progresivo, mientras que un entorno menos tóxico y la mejora de la calidad del aire podrían aminorar la incidencia en la población general.
La enfermedad de Parkinson representa un desafío creciente para la salud pública global, impulsado por el envejecimiento demográfico. Identificar y comprender los factores de riesgo, tanto no modificables como ambientales, es esencial para orientar estrategias de prevención y políticas de salud. Aunque no existe una cura definitiva, medidas preventivas centradas en hábitos de vida saludables y la mitigación de exposiciones ambientales ofrecen un marco para disminuir la carga de esta enfermedad en el futuro.
RT




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