Drones con IA y armas impresas en 3D: algunas innovaciones en la guerra de Ucrania

Internacionales22/07/2025Celia SantanaCelia Santana
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La guerra en Ucrania ha entrado en una nueva fase dominada por la proliferación de drones con IA y armas impresas en 3D, que han llegado para desplazar la artillería que solía ser utilizada, por lo que ambos bandos han reinventado sus tácticas, su logística y hasta la forma de excavar trincheras.

“Antes, cuando veías 15 vehículos rusos, daba miedo. Ahora es divertido”, afirma un técnico de drones de la unidad Bulava (un misil balístico intercontinental submarinos de combustible sólido); esta frase encierra la transformación radical que vive el frente oriental de Ucrania: la guerra se ha convertido en un duelo de drones donde la tecnología y la creatividad pesan tanto como el coraje.

La adaptación al nuevo entorno bélico es visible en cada detalle, los vehículos militares circulan cubiertos de rejillas, redes y escudos improvisados contra drones, evocando escenas de películas posapocalípticas. El soldado Nikita Kremnov se encarga de evacuar heridos en una camioneta Nissan Navara pintada de verde apagado y protegida con una jaula de malla. Fuera de la ciudad, utiliza un quad más ágil.

El último tramo hasta las trincheras es tan peligroso por los drones rusos de fibra óptica que solo se emplean vehículos terrestres no tripulados para rescatar a los heridos. Kremnov resultó herido por un drone de este tipo mientras evacuaba a un compañero con una crisis epiléptica. “No podía hacer nada. Tenía que seguir conduciendo”, relata.

A unos 48 kilómetros al suroeste, la ciudad de Pokrovsk sufre un destino similar. Aunque aún no ha caído, los daños son extensos. El avance ruso, comparado con una lava que avanza lentamente, destruye cada localidad que toca mediante drones y bombas planeadoras.

Un tanque T-72 de la 68.ª Brigada Jaeger de Ucrania, capturado a los rusos al inicio de la guerra, se oculta bajo la densa vegetación de un bosquecillo. El blindado, apodado “Lyalya” por su tripulación, actúa como pieza de artillería móvil, disparando a larga distancia y evitando el combate directo. El sargento de la compañía, conocido como Puma, lo explica sin rodeos: “Los FPV simplemente nos van a matar”. Hace pocos días, el tanque escapó por poco de un drone ruso FPV. La tripulación recurrió a su táctica especial: “Acelerar, maniobrar, rezar”. El drone explotó a pocos metros.

En un búnker secreto bajo acacias y campos de girasoles, la unidad de drones Bulava experimenta con nuevas tecnologías para mantener la ventaja en esta carrera armamentística robótica. Su líder, Serhiy Ignatukha, muestra un FPV equipado con cuatro cañones de escopeta de calibre 12 como respuesta a los drones rusos de fibra óptica. Recientemente, uno de estos drones protagonizó un combate aéreo con un FPV ruso: los disparos fallaron, pero el drone ucraniano derribó al enemigo embistiéndolo y rompiendo sus hélices, según el técnico Udav.

Creatividad en la guerra

La creatividad también se aplica a la fabricación de armas. Un miembro de la unidad utiliza una impresora 3D para producir minas lanzadas por drones, que cuestan $9 cada una. Estas minas se adhieren al suelo, despliegan varios cables trampa de 8 metros (26 pies) y esperan a la infantería rusa.

La unidad Bulava forma parte de la Brigada Presidencial de Ucrania, que tras la invasión de 2022 pasó de tareas ceremoniales en Kyiv a convertirse en una brigada de combate regular. Ignatukha y sus hombres, vestidos con camisetas de todo tipo, parecen más una startup tecnológica que una guardia palaciega. “Tuvimos que pensar diferente para sobrevivir”, afirma Ignatukha. Financiaron la compra de equipos y su formación con sus propios sueldos.

Al este de Kostyantynivka, el Batallón Alcatraz combate a la infantería rusa y trata de sobrevivir a los drones. Esta unidad, integrada en la 93.ª Brigada, está formada por convictos que se han alistado como tropas de asalto a cambio de una posible liberación condicional o indulto.

El primer año, las misiones resultaron exitosas, pero el precio impuesto por los drones no deja de aumentar. El exladrón Pavlo Shyptenko ha sobrevivido a cuatro ataques de FPV. Mientras rescataba a un compañero herido esta primavera, un cuadricóptero ruso le lanzó una granada. Una rama amortiguó la caída del explosivo, pero fragmentos del tamaño de una moneda le hirieron la espalda y el cuello. Lleno de adrenalina, logró evacuar al herido y solo sintió el dolor al sentarse al volante. Ahora instruye a los nuevos reclutas: “Quédate quieto y espera a que caiga la granada. Entonces tienes de tres a cinco segundos para correr”. Si un drone suicida intenta estrellarse contra ti, recomienda esperar y lanzarse a un lado en el último momento.

El Batallón Alcatraz entrevista a los aspirantes y rechaza a violadores o asesinos en serie, aunque ha reclutado a algunos homicidas. El subcomandante, un oficial profesional apodado Daredevil, lo justifica: “Nosotros también somos asesinos”. En una tarde templada, los hombres de Alcatraz practican en el bosque la excavación de refugios cubiertos capaces de resistir impactos de FPV. Daredevil, que lleva una cicatriz sobre el ojo derecho de un tiroteo en un sótano al inicio de la guerra, advierte a los excavadores sobre la debilidad de una trinchera: “Esta es para un funeral”.

Daredevil observa que la guerra ha cambiado. “Los leones de 2022-2023, que eran verdaderos guerreros, ya no existen”, lamenta. Las bajas masivas han reducido la calidad de los soldados en ambos bandos. “Ahora es una guerra de drones”.

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